martes, 27 de mayo de 2008

NINGÚN RECLAMO


A Jorge Kuri, in memoriam


Morirnos todos fue la consigna,
no importa si en grandes cruces (y con renombre),
pero morirnos, cerrar la puerta al salir
y con cerrojo.
Morirnos todos
de uno en uno o por montones,
pero ausentarnos de nuestras casas,
de la oficina y de los bares,
ausentarnos de las esquinas donde el semáforo
detiene los pasos nuestros hacia la tumba.

Morirnos todos y para siempre,
fue la consigna, que algunos cumplen
antes de tiempo.

viernes, 9 de mayo de 2008

LA LLUVIA INCENDIA LAS PALABRAS DE LOS MUERTOS DE MI CASA

I
Mi abuela se ha ido hacia otra parte
y ha olvidado su cuerpo en la cama
junto al tanque de oxígeno.

Mi abuela se ha ido hacia otra parte
—no sé a dónde—,
me mira desde otra orilla
y desde otra orilla me pregunta:
¿Cuál es su nombre, señor?

II
Mi abuela agoniza entre las sábanas,
platica con personas que nadie puede ver.
Ordena a Paloma que prepare la mesa
y regaña a los niños que corren invisibles por la sala.

Las palabras de los muertos de la casa
los escucha mi abuela,
quizá en el sueño seamos sus fantasmas.

Agoniza entre las sábanas oscuras de su cuarto,
ya no camina, ya no regaña el cadáver de mi abuela que aún respira.
Pero hay días, en que la lluvia no le incomoda los recuerdos
y me llama, me pide que la siente, que toque su cara,
dice que otra vez quiere bailar en la playa,
le sobra el tiempo para irse de parranda junto al mar.

Mi abuela de pronto, al cerrarse la ventana,
saluda al hombre que le detiene sus manos,
el hombre de blanco que ha venido por ella con remos en las espaldas.
—Recoge la mesa Paloma, ya comieron los niños,
no olvides regar las plantas antes de irte a tu casa.
Grita mi abuela con el aire que le queda.

YO SOY AQUEL QUE MIRÓ LAS GOTAS DEL MAR DILUYÉNDOSE EN TU CUERPO

He pensado en las palabras que cabrían a lo largo de tus hombros,
en silencio es dulce el sabor de tu piel cuando sueñas.

Eres más dulce cuando te quedas dormida, tu piel es más dulce,
más dulces tus manos que la azúcar morena,
más dulce el sabor de tu vientre
cuando por cansancio o por fastidio no me miras,
más dulce tu espalda alegremente dormida cuando el mar te ha tocado,
cuando sabes a mar y a ola furibunda.

He pensado en las palabras que cabrían a lo largo de tus piernas,
en las repeticiones posibles,
en los artificios que articulen con precisión
lo que quieres decir cuando caminas hacia mí, para abrazarme.

He pensado en las palabras que cabrían en lo dulce, en la piel dulce de tu cuello,
en las palabras dulcísimas, en la deliciosa miel de lo que dices cuando miras hacia atrás
y queda tu cuello descubierto a la mirada furtiva de mis labios

Qué palabras, ay qué palabras se podrían escribir
sobre tu cuerpo desnudo reflejando las ondulaciones de la luz sobre las olas.

DISTANCIA



Fuimos bajando hasta el fondo
por las calles del puerto. La noche
remaba en el abismo de los ojos.
Jorge Fernández Granados


Habíamos encontrado muchas luces en la selva,
pero perdimos el camino de regreso a casa.
Oscuridad por todas partes, sólo luces ululantes, voladoras,
algunas encerradas en nuestros frascos de mayonesa.

La noche se fue cerrando sobre nosotros
ocultándonos unos de otros. Las luces atrapadas languidecieron,
avanzada la noche nuestra casa estaba más lejos cada vez que respirábamos.
Parados en medio de la selva oscura, dijera el florentino,
esperábamos el amanecer que estaba a diez horas de distancia,
y la selva rujia mientras tanto,
y quebradizos aleteos de lechuzas coronaban nuestro miedo.
—No se alejen demasiado, advirtió mi padre,
pero seguimos nuestra vocación de nunca hacerle caso.
No había camino de vuelta, estábamos ahí para noche,
sus negras raíces fecundaban la tierra.

¿Cómo pudo la luz emboscarnos en la nada?
Habíamos encontrado muchas luces en la selva,
pero perdimos el camino de regreso a casa.