Persiste, no en la flama,
sino en la desnuda luz que no calienta.
No en la luz de las antorchas
que incendia la mano que la porta.
Es otra luz que no enceniza
ni transforma lo sólido en etéreo.
Persiste, en la luz de la vela que está lejos,
que no puede apagarse ya con el aliento.
Persiste, no en el vaso,
ni en la arisca gota de la lluvia,
no en el río.
Es otra el agua que llena estos depósitos ocultos en el cuerpo.
Persiste, en el mar que se oculta a la mirada.
1 comentario:
Finalmente subes poemas, estimado Álvaro. Leer el misterio de tus palabras siempre es una experiencia de agua. Algún día conoceré Tabasco, el trópico terrible donde la muerte nace con la lluvia; sentiré entonces un poco de lo que dices en tus textos. Gracias por escribir.
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