Me llaman “Marinero”.
He curtido mis años, mis siglos navegando sin fin todos los rumbos.
Existo entre el desembarco y la partida.
Entre la quietud y los naufragios he labrado mi nombre,
tantas veces mi nombre por el aire y sobre el agua.
Y cuando después de largo viaje mis pies vuelven a tocar tierra,
lo que soy se queda entre las olas,
tira sus anclas hasta el fondo de las cosas y enciende sus lámparas.
Lo que soy se queda inerte frente a cada puerto,
me grita por mi nombre “marinero en tierra”
hasta que vuelvo por fin
al vaivén del mar y su engañosa calma.