Había en el patio un arroyo.
La casa rodeada por pitales,
por naranjas, por limas, un viejo tamarindo
y un árbol de mango como sauce.
Había un arroyo en el patio de la casa
y pavos, y gallinas agresivas que peleaban con los perros
y perros que comían a escondidas
los zorros de la noche.
Los gavilanes sobrevolaban la casa en busca del descuido,
los gallos se escondían en los pitales
cazando al gavilán.
Todo era un círculo perfecto:
el arroyo inundaba de rumor todas las tardes
y salíamos al patio en busca de la brisa
que no siempre llegaba. Pero estábamos ahí,
y la lentitud del tiempo espantaba hasta los muertos.
¡Tardes! decía el viento,
cuando la noche era ya una sustancia inevitable.
Entonces prendíamos el monte seco
y el humo se elevaba blanquecino hasta la noche.
2 comentarios:
muy lindo!
tu blog también es lindo, es un encuentro con las emociones olvidadas...
Alvaro,
espero hayas recibido mi mensaje. Agradezco el tuyo. Estamos en contacto.
Afecto,
Manuel Iris
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