Alguien dicta al oído lo que escribo, nadie más escucha su palabra de sombra sin voz, sin labios, sin diafragma. Alguien dicta lo que escribo, su voz habla a mis manos, yo no escucho, no es palabra el sustrato; es latido.
Cuando a media noche me despierta el sobresalto de la pluma inaccesible, del inmarcesible papel en blanco ¿quién despierta? ¿quién se queda dormido?
Alguien dicta la tristeza, lo que no soy, lo que nunca he sido.
Alguien dicta, deletrea, suyo el impulso, lo que sin darme cuenta digo, suya la, pausa, el gesto de isla entre tormentas, y cuando no digo,
él es quien calla.
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